domingo, 28 de julio de 2013

Hospitales y cárceles






¿Qué tienen en común? En ambos sitios tu autonomía es referida a un tercero. Te cambian la ropa de civil en algunos casos, en otros lo que te sea más cómodo y si el caso es intensivo pues desnuda.


Pierdes tu humanidad, te conviertes en el televisor de la sala de espera. Es decir, todos te miran pero de manera pragmática. Sin interacciones humanas, sin intercambios orgánicos y emocionales.


Pierdes tu identidad ya no eres ese nombre que se te impuso al salir de tu madre. Ya después de acostumbrarte a la idea de que ese sería tu nombre. Ya luego un poco más tarde encajarías una conceptualización sobre la persona que guiarías desde el '87. La misma identidad que sería puesta en tela de juicio ya que tu identidad sería entonces remitida a un número en un récord.


Le preguntas al compañero de celda: "Y tú, ¿por qué estás aquí?" Esperando escuchar algo que te consuele sobre tu situación. Lo que es triste es que tu caso usualmente termina reflejando algo de perspectiva al caso de los demás...


Se estructuraliza todo. La hora de despertar, la hora de desayunar... La hora de cagar. Ya no perteneces a la corriente principal de ciudadanos afortunados de haber nacido en esta parte de la esfera global.

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