jueves, 3 de junio de 2010

La ebanista con su figurita de madera

     Una noche despertó con un sueño hermoso. La ebanista se levantó inmediatamente al cuarto de trabajo cuando sintió que su marido la halaba por una mano entre sueños y gruñidos, como siempre le exigía"amor", pseudónimo para liberar tensiones del día en un chorro. Logró zafarse de la garra adormilada y se metió en su cuarto de trabajo.

     Buscó un trozo de papel y empezó a trazar lo que había visto en sueños, una mujercita hermosa y delicada. Su carita de ángel tenía unos ojos grandes, color marrón, tan oscuro que parecía negro, rodeados de unas hermosas pestañas de curvas suaves. Su boquita llena, enmarcaba una sonrisa tan efusiva que podia enseñarle al que no sabía sentir, lo que era la felicidad. Su melena suave color almendra caía sobre sus hombros y su cuerpo delgado poseía un pequeño trasunto de sirena. Luego de los toques finales pudo entonces ir a dormir.

     Durmió apenas dos horas, pero dos horas felices ya que logró plasmar lo que soñó antes de olvidarlo. Se levantó pensando en ella mientras le preparaba el desayuno a su marido. Luego de que éste se fuera, dio pasos apresurados que casi se convertían en galopes debido a la ansiedad que le producía el saber que sus trazos estaban desatendidos y cualquier cosa les podía pasar. Cuando abrió la puerta, la ansiedad se convirtio en calma, cuando vio que sus trazos descansaban plácidamente sobre la mesa. Se acercó y comenzó a trabajar, a borrar aquí, añadir detalles acá, hasta que se dio cuenta de la hora, que debía preparar el almuerzo.

     Fue a la cocina y comenzó a preparar una suculenta comida. No era una obligación preparar la comida pero tampoco estaba en las de estar escuchando la eterna letanía de que era él quien traia el "pan" a la mesa. Siempre que decía eso ella se quedaba en silencio pero en sus pensamientos siempre decia: ¿Será moron? Si lo que trae aquí es el cheque. Yo compro las cosas, yo las cocino, si un dia el decide no traer el "pan" yo sé trabajar, pero él, ¿sabrá cocinar? Pues se jodió, que se coma el cheque, digo el "pan". Aun así ella también quería comer y cocinó, no le costaba mucho hacer dos raciones. Cuando él llegó, se sentó con ella, comieron y él se fue, sin palabras, sin holas ni adioses, como siempre.

     Una vez las interrupciones se habian ido regresó al cuarto y se dedicó a arreglar los trazos. Se repitió lo mismo del almuerzo, en la cena, una vez acabada la cena, ella decidió tomar un baño, fue al cuarto a ver una vez más sus trazos, les deseó buenas noches y se fue a dormir. Este comportamiento se convirtió en rutina durante 27 meses, hasta que por fin quedó satisfecha con sus trazos.

     Fue al patio para buscar la madera digna de sus trazos. Entre todos sus árboles debía haber alguno. Siempre que hacía un trazo sabía de qué árbol utilizar la madera y tenía muchos pedazos en su cuarto pero aun así ninguno la convencía. Los árboles, que ya estaban al tanto de la situación, ya que era ella quien los atendia, la que les daba agua y la que les hablaba. Sabían ya que era el momento de mostrar su mejor madera. Estaban nerviosos y ansiosos de ser escogido, por que sabían que ésta no era una figura cualquiera, esta era una de las más importantes, su obra maestra. La ebanista buscó entre todos los arboles y su decisión se limitó entonces a dos: la caoba y el cedro, pero inmediatamente supo que la caoba era la indicada. Los demás árboles estaban tristes por no ser escogido pero tampoco protestaron ya que de todos siempre escogía, pero esta vez el mayor honor le tocó a la caoba. Aguantó orgullosamente los golpes del machete, mientras el cedro la miraba con envidia.

     Comenzó a darle forma y a esculpirla. La trabajó con tanto cariño, le hablaba todos los dias, le celebraba cada vez que cumplía años y le cantaba. Toda esa energía bonita que tenía por dentro la depositó en su creación. Durante doce años estuvo dedicándole todo su amor. En relación a su marido, la comida empezó a ser desabrida o muy salada, por las noches no estaba para soportar sus embestidas de "amor", se cansó de ella y la abandonó. Con la sociedad se excusó de este modo: "Se ha vuelto loca, no sale de ese cuarto y no sé ni lo que hace". Para sus amigos en la barra: "No me sirve para nada, perdió el toque para la cocina y para el "amor", entonces ¿para qué carajo me sirve?




     A ella no le importó, durante los años siguientes le dedicó la mayor parte y algunas veces todo su tiempo. Luego de que su marido se había ido, ella logró seguir viviendo de su trabajo, vendiendo diversos artículos en madera. Sus clientes iban a su casa, ya que su fama la convirtió en la mejor ebanista del sitio.

     Trabajando para vivir y para su figurita estuvo ella estuvo seis años. Cuando decidió que su obra maestra estaba del todo terminada, la quiso poner en exhibicion. Todos los clientes que iban a comprar, la querían, pero: -"Esa figurita en particular, no es para la venta, les decía la ebanista. Muchos le comentaban que debido al detalle, esa figurita le dejaría un buen dinero, un dinero que le daría para nunca tener que trabajar. Pero ella prefería ver su figurita todos los días, venderla a cualquier precio, seria tan bajo como regalarla.

     Llevaba en exhibición cuatro meses y había un cliente en particular, el más insistente de todos. Siempre llegaba con una lonchera donde guardaba su dinero. Iba a cierta hora del día, se quedaba embelesado mirando la figurita pero siempre le compraba alguna otra cosa a la ebanista. La ebanista en un principio le cayó muy bien, era bien parecido, parecía una buena persona. Al cabo de tres meses, ya él habia creado una amistad con ella. Una amistad que la ebanista consdideraba genuina. Iba todos los días a hablar con ella, a veces ella sabía que él venia y hasta comida le preparaba. Ya tenían confianza y ella siempre se burlaba por su loncherita, le preguntaba que por que no se compraba una cartera de hombre como todos los demás, él nunca lo tomó a mal y se burlaba a su vez de su manía de hablarle a los árboles pero nunca le contestó sus razones para preferir una lonchera. Ella pensaba que era una manía de familia, despues de todo uno siempre tiene sus manías.

     Había pasado un mes y el cliente de la lonchera no aparecía. La ebanista le estuvo un poco raro pero no le dio gran importancia. Aun así llevaban una bonita amistad, hacia tiempo que no tenía un amigo varón que no fuere por intenciones del "amor" que lo conocía. Pero aun así, su negocio era próspero, veía su figurita todos los dias y eso la hacia feliz. Una noche se metió a bañar y le dio las buenas noches a su amada figurita como lo había hecho desde la primera vez que lo hizo cuando era apenas unos trazos y se acostó a dormir. Al otro dia, en donde se suponía debía estar la figurita habia una lonchera con mucho dinero, supo entonces sin tener que indagar, lo que habia sucedido…

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