jueves, 2 de agosto de 2012

Sobrina Consentida del Tío Sam



Puerto Rico es esa sobrina abusada por el Tío Sam. Despiadado quien debido a sus lazos sanguíneos no pudo oficializar como quiso su relación. Para eso estuvo Hawaii, su esposa trofeo en la espalda del mundo.

Una sobrina que aun cuando fue abusada, también fue consentida. Al menos, eso le hicieron creer con las ayudas federales, plan WIC, becas, plan ocho y los diversos mecanismos en los cuales se suavizan los golpes de las embestidas del tío quien arquea sus caderas en la dirección vaginal de su sobrina.

En algunas ocasiones a ella le gusta y lo disfruta. Sesiones de macabro y morboso sadomasoquismo ante el colapso de la economía puertorriqueña frente la llegada de empresas foráneas que extraen como aspiradoras de riquezas los recursos humanos y materiales que yacen en estos suelos.  Pero en cambio ella, gracias a algún padecimiento de relaciones de tipo de codependencia, le buscaba, se excitaba y le esperaba cuando su tío le molestaba sexualmente. En su caso la niña, Isla Consentida, no se molestaba puesto que ni siquiera notaba sus rupturas vaginales, por donde fluían los bienes pertenecientes a nuestras tierras. Las laceraciones provocadas por el sadista de su tío se sienten aun hoy día.

La niña Isla Consentida crece creyendo que su tío vino como salvador, venía huyendo de una madrastra abusiva. Gratificaciones en pequeñas dosis para satisfacer, callar los gemidos de la justicia que morían ahogados por gritos de placer, producto de violaciones consensuales incestuosas.

El tío se encargó de convencer a su sobrina, sobre ser la dicha de ser, su niña, la Isla Consentida. Sobre cuan horribles podían ser las cosas si atentábamos a actos de rebelión e independencia que llevaron al deshonor que sufrieron sus hermanas antillanas.

Despierta niña que se siente consentida sin saber que ya es una mujer lamentablemente abusada. Mujer que merece libertad, independencia pero no de esas que es a medias. Despierta isla ilusa, no seas tan puta. Perdón, no mereces que te llame puta. Pero al menos despierta de esa terrible pesadilla que llamas soñar. Despierta, puñeta.

martes, 13 de marzo de 2012

¡TETAS!

   Como muchos de ustedes saben, porque lo he dicho cuatrocientasveinticinco veces en Twitter, estoy hospitalizada. En la mañana eché una siesta y en la tarde otra, ahora son las 5:45 de la madrugada, los pajaritos cantan y no puedo dormir.  Sin contar que me duele todo y Don Demerol me falló con sus efectos. (Me lo pusieron y no me hizo nada) Me quedé pensando en un comentario que hizo @blaaaas sobre las tetas artificiales que provocó que el TL se pusiera a hablar de tetas, un tema muy inusual en esa red social, ¿no?. Esto me encendió la musa, gracias @blaaaas, hacia tiempo que no escribía.  Me puse a pensar la primera vez que hice conciencia de lo que significaban las tetas. Recuerdo que la impresión que tuve sobre ellas vino de la experiencia que tuve sobre la primera vez que le cogí una Playboy a un familiar (no señores no voy a tirar a mi familia al medio) y vi tetas. Dije: -"Yo quiero una de esas" y según lo que la propaganda americana me enseñó erróneamente llegué a la conclusión de que necesitaba unas grandes y redondas tetas, que mínimo fueran copa B, y que de no tener ese tamaño nadie me miraría.       Estaba en octavo grado, Jenny ya se había desarrollado y era el sueño mojado de todos los chicos del salón y el mío también, sólo que en ese momento no lo quise aceptar porque sentí mucha vergüenza de que yo pudiera ser lesbiana o bisexual. Pero eso es tema para otra entrada, me quiero concentrar en las tetas. Jenny tenía unas hermosas y redondas tetas copa B y tenía control sobre todos los chicos del salón por eso. Incluso el bully que me jodía la existencia estaba enamorado de ella. Un saludito a Shadi El Burai, que me molestó de sexto a octavo grado, hasta que un libro de brujería en mi bulto estratégicamente colocado para que "accidentalmente" lo viera y provocó respeto infundado en el miedo y la ignorancia.       En fin, yo quería ese respeto, ese control que tenía Jenny. Pensaba que la manera de obtenerlo era mediante un par de tetas grandes. Yo no llegaba ni a copa A y tenía una percepción tan desfigurada de mi cuerpo que las percibía como "moobs" o man boobs o tetas de varones, o chichos de un gordito que tiene tetas, creo que expliqué suficiente. Recurrí a los rellenos, gradualmente pasé de copa A a copa B y me exageré tanto que llegué a tener copa C con ayuda de sostenes, rellenos y photoshop. Si gente, usé photoshop. Shame on me. Utilizé rellenos desde octavo grado hasta el día de mi accidente el 24 de febrero del 2006, un total de cinco a seis años. Esto me jodía psicológicamente cuando venia un nene a decirme que le gustaba porque  "era tetona", les gustaba por algo que no era. Entonces a la hora de hacer fresquerías no me quitaba la camisa porque descubrirían mi falsa realidad. El día del accidente en la ambulancia me cortaron el sostén con tijeras quirúrgicas y yo dentro de mi aparente cordura efímera pensé: "Esto se jodió, me vieron los rellenos y mis tetitas". Con la vulnerabilidad a flor de piel, literalmente no morí, pero por dentro mi orgullo se desplomó e interiormente morí de vergüenza. Vuelvo a pasar la misma humillación a la hora del baño en el área de intensivo, cuando son enfermeros varones los que me bañan y me ven tal como era. Sentí la mayor de las vergüenzas y contrario a la amante de Carl Jung, Sabina Spielrein, una de las pioneras féminas en el psicoanálisis, no me excité ni un céntimo.      Luego de pasar por el peor de los panoramas, intensivo, llego al cielo de HealthSouth, el hospital donde conocí mi primer amor (mis disculpas al resto de mis exes ustedes no fueron, también me sorprendió, pues escribiendo esto fue que me di cuenta). Él me enséñó que contrario a lo que siempre creí los pechos pequeños también podían ser hermosos. Me enseñó que habían hombres, como él que les atraian las cosas pequeñas. Me explicó que para él, las tetas grandes eran como chichos, "un chicho en el pecho" me decía con su particular humor ocurrente. Que las grandes las asociaba con gordura.               Y entonces amé mis tetitas tal como eran. Sin rellenos, con sus imperfecciones y asimetrías. La derecha es más grande que la izquierda. Amo sus tonalidades rosadas cuando están relajadas y como se oscurecen cuando están excitadas. Las amo porque son mías y definen una parte del complejo que compone el todo que soy yo.